miércoles, 15 de junio de 2011

YO LA ABRACE UNA NOCHE

Yo la abracé una noche, la misma noche que la divise, yo con mi estampa de roto chileno la mire queriéndola cercana a mí. No eran más que unos metros que nos separaban, ella reía con sus amigas, yo alardeaba con los míos, no pare de mirarla, como sacando los botones de su blusa con mi vista, como saboreando su entrepierna bajo esa mesa. A la primera canción coqueta la invite a bailar, bailamos sin tapujos, danzamos hasta perder el rumbo, me dijo –soy Elena- y cual susurro serafín me estremeció el alma, algo dentro se desequilibro. Conversamos hasta que el local cerró, la gente sobro incluyendo a nuestros amigos que emprendieron su rumbo sin nosotros, éramos los dos, y como otras veces unos ojos verdes como el verde de un zorzal me cautivaron hasta hacerme delirar.
La invite a mi departamento que quedaba unas cuantas cuadras de ahí, recuerdo haber comprado unas cervezas, para amenizar un poco más la velada, el roto chileno con aquella princesa en su departamento era solo producto de una noche mágica, lo sabía y tenía que aprovecharlo, no podía si no ser caballero con tanto coqueteo de Elena. El tiempo paso rápido, el sol se asomo por la cortina, nosotros seguíamos conociéndonos, coqueteándonos, entendí que ella podía ser más que solo un polvo nocturno, quise que no formara parte de la colección de trofeos calentones de la juerga nocturna santiaguina, la quise amar y como tal no podía ser suspicaz y tirarme a su cuello de inmediato, tenía que apaciguar mi verborrea que terminaba siempre en mi colchón.
Termine ofreciéndole desayuno al amanecer, ella accedió de inmediato, pero con una condición; después de una ducha y en mi cama. Eso sonó como una tentación muy difícil de no aprovechar, y mientras preparaba el desayuno ella se puso tras de mí, comenzó a besar mi cuello de una manera sensual y con sus manos toco mi pene que de a poco se ponía duro, así jugo por unos minutos, yo seguía en lo mío, sonrojado total, ella se separo y con voz coqueta me dijo -te espero en la ducha-.
Termine rápidamente de preparar el desayuno, deje el hervidor calentándose (como yo) y corrí al baño, medio torpe comencé a sacarme la ropa, ella ya desnuda me esperaba ahí. Al correr la cortina y verla desnuda, mojada y adornada con el vapor que salía de la ducha fue un agasajo de la naturaleza, tener a esa morena y su curvas de plata entre mis manos era como estar junto a Dios y sus ángeles rodeándome. Sus pechos eran perfectos, su estatura adecuada para besarnos boca a boca, su espalda como catarata llevándose el agua tibia, sus piernas pulcras nacidas de la eternidad de su entrepierna, ahí nos terminamos de conocer, comenzamos a querernos delicadamente, su sexo se estremeció contra el mío, sus gestos cambiaron, su respiración se altero, y mi vida solitaria comenzaba a permitir la satisfacción de una mujer y sus pechos de plata otra vez en mi rincón.
Le seque la espalda, comencé a acariciarla, hasta dejarla rendida en la cama, y pa´ no ser descortés, le lleve el desayuno que ella quería, entre risas y sonrojos ella me dijo que amo que la tocara tan tierna, que ese momento había sido único e inolvidable. Yo a esas alturas más me convencía que ella era la indicada para lo que el médico me recomendó para la soledad empedernida, la bese, le di las gracias y la volví a amar, así todo el día, nos hicimos compañía y en las paredes se evaporaba el sudor de ese día. Al terminar la tarde la deje en su casa, algo raro para la primera cita, pero si, no me quería separar, no la quería dejar, quería que se volviera conmigo y estar así por días, pero no, yo tenía que estudiar, ella tenía que extrañarme, yo tenía que idealizarla en un poema, ella tenía que preparar la artillería para la próxima ida a mi departamento.
Así fue más de un año que la morena despiadada me hacia subir al paraíso cada vez que me amaba con su cuerpo de cristal, así fue como mi vida se enamoro de unos pechos dulces como agua de manantial, y en mi rincón oscuro unos ojos verdes iluminaron hasta las noches más lóbregas, hasta ese maldito marzo que sus sueños internacionales y su futuro estudiantil la mandaban becada a Francia. Mi negación fue más fuerte que sus llantos ese día que nos despedimos con un hasta pronto entre las extensiones de su cuerpo y unos te amo que se guardaron en el velador que se dijeron a todo momento. Me dejo una nota a la mañana al despertar, un amor a medias jodido y llorón y unas ganas de correar hacia ella pero que mi mediocridad y mi instinto solitario no me permitieron, deje que se fuera con los primeros rayos del sol, sin siquiera frenarla, solo con la convicción de que la encontrare otra vez por ahí y que ella se encontrara en estas líneas infinitas.

ODA A UNA MUJER FUGITIVA

Yo me la lleve lejos
lejos de sonidos de grillos,
la llene de calores dormidos
entre su blusa de lino fino,
me tembló el alma añeja
me susurro al oído,
me desvistió con fortaleza
me ciño clandestino.


La morena se abalanzo en una noche de juerga
entre pastores y ladridos
mi corazón en sus manos cuelga
corriendo tras sus caminos,
y no hay en mi temblor alguno
mientras espanta el duro frio
con su pechos llenos de caracolas
que se esconden tras el corpiño.

Sin Cabestros ni estribos
me sedujo con sus contornos,
con sus ramos de jacintos
envolvió mi entornos,
con sus manos de delirios
y sus muslos ceñidos
me cautivo como cordero sorprendido.

Tras sus pasos fugitivos
mi alma se queda sorda
yo no soy más que diez mil sentidos
en medio de una carrera corta,
se fue con el amanecer
se llevo mi alma parda
sus ojos verdes no florecen,
mis ganas se guardan.

1 comentario:

Soñadora... dijo...

Oiga joven, escribe muy bien, en cuanto a inspiración, tiene el talento. La materia bruta está, me permito aconserjarle, como profesora yo misma de redacción y composición, que se tome unos cursos en la U o en algún taller... Hay muchos por ahí BBB!
Igual buen escrito!