jueves, 24 de agosto de 2017






      Día 2:


Quien eres,

¿Acaso reírte de mi soledad?

¿Quién te mandó?

¿Quieres pisotearme las ganas que traía antes de conocerte?

 

La estampa de machito recio

se fue la mismísima mierda contigo

me vestí de tutu por agradarte

me perdí y volví a renacer envuelto en papel celofán

con una rosa adornando mi cabeza

y ni aun así se si traspasé tu corazón.

 

   Los vientos vienen,

me votan hasta estas ganas de mierda

por un beso tuyo,

no dejan nada en pie

te llevan incluso a ti,

pero vuelves y te vas

como mar enmarañado,

haciendo sonar el espejo que tenaz

me mira

teniéndote en mis pupilas.

 

  Aprendí a vivir en soledad,

mi infancia transcurrió preparándome pa´ este mundo hostil,

pero jamás se me preparó

para cuando llegaras a mi corazón,

jamás se me habló,

jamás se me advirtió,

que esto podía ser así.

 

  Llegaste sin maquillaje

con un corazón de jeans

y una pulsera que amé,

una sonrisa en rodaje,

con un pasado a cuestas

y un futuro incierto.

 

   No emitiste ruido, solo entraste

dejando la cagada en mi interior,

quebrando esquemas y resonaste

cual altruista en cuento surrealista superior,

y desperté

estabas ahí, convertida en mi planeta entero

me alimentaste

de cariños y silencios

me hiciste un hombre pleno

y me amaste con besos calientes por todo el colchón,

causaste tal suceso

que hasta mis ancestros

se alegraron en los cielos eternos.

 

   Y estabas ahí

con tus alas amenazantes de volar

me tatuaste los ojos

me enseñaste a hablar

y me pintaste de rojo

hasta comenzar a cantar

en el silencio que se detiene.

 

 

Y puedo lidiar conmigo

pero no con los cien recuerdos

que al final me matarán

y no me dejan respirar,

puedo hacer frente con este amor

pero no con este temor

de que todo haya sido un sueño

y que este clamor,

esta incertidumbre bonita

no fuera más que un tango solo

pobre, sin ritmo.

 

Hasta cuando me lo pidas

estaré ahí,

marcando el paso hasta el próximo encuentro,

aunque la rabia sea mayor

aunque el siniestro resplandor de la mañana

no te tenga desnuda junto a mí,

aunque el temple se enfríe

seguiré ahí.

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