TU MANO
No se cómo se empieza
a rezar una estrofa la cual no se quiere sacar, que no se quiere mostrar al
mundo, Por el que dirán, por distintas situaciones que muchas veces es
preferible dejarlo en el secreto de dos personas y en sus sentimientos; pero más
allá del que dirán escribir nutre, nutre de tal forma que incluso acorta las
distancias, me trae tu olor, me despierta en medio de la noche y es capaz de
con unas letras tocar tu silueta durmiendo junto a mí, aunque no lo estés.
Y fue, fue de una manera nueva, si alguien hubiera tenido
algún catálogo de cómo encontrar a tu mujer idealizada en cuentos de forma
tradicional, todo, absolutamente todo se hubiera ido al carajo, pues la forma
de golpear a la puerta fue increíblemente perfecta y diferente.
Fueron meses así, mujer libre, perseverante, fuerte, con
convicciones y una lucha única, ardiente y fría al mismo tiempo, adjetivos podría
dar por días y no me cansaría. Y así fue cuando por fin, pudimos decirnos a la
cara lo que se profesaba por teléfono, emprendí rumbo, no sé cuántas horas, no sé
cuántos dolores de guata, no sé cuántas mordidas de dedos, prendí y apagué el
computador no sé cuántas veces, era un pendejo ensimismado, iba a algo nuevo,
no les miento si muchas veces me sentí inseguro, pero sabía que con la primera
caricia todo terminaría.
Y así fue, me bajé, caminé y pensaba en cada palabra que te diría, cada frase para describirte, pero como pasa a menudo, todo se fue a la
mierda en el mismísimo momento que me abriste la puerta. Estabas tú ahí, tu, la
misma por la que pretendía ser mejor ser humano y cambiar mi manía de moverme
mientras duermo. Los primeros minutos fueron tensos, no sabía que decir, no sabía
por dónde empezar, pero el vino me armó de valor, el cigarro fue el complemento
y me lancé, al final era lo que soñé, mi deja vú personal, mi musa erótica. Mi mujer
estaba ahí, sentada junto a mí, sin nadie más, y pretendía que estos días siguieran
en el mismo rumbo, que fueras solo mía.
Cuesta describirles en estos momentos de manera tacita su
boca sin morder mis labios, se me hace difícil decirles que mientras escribo no
miro sus ojos coquetos frente a mí, llega a ser estremecedor recordar cada centímetro
de su cuerpo y no sentir su olor pasar por delante de mis ganas, pero debo dejar
testimonio para las generaciones, para mis desconocidos, mis nietos, lo que una
imperfecta mujer perfecta logro hacer con mi vida, una puñado de papeles y quebrantó
todos los esquemas que a mis treinta y tantos tenia.
Fueron horas de vino, buenas conversaciones, el sonido calmo
del mar, su voz iba calando hondo hasta mis huesos y mi corazón a punto de
estallar y no pudimos seguir posponiéndonos.
Ante un ambiente armónico con música para dos nos
desvestimos lentamente, la mujer de mis sueños hecha carne estaba frente a mí,
solo con una tenue luz de la vela dejaba notar su lado más oscuro, yo sentado
en la cama miraba como ella se acercaba lentamente, se puso tras de mí, y besó
me cuello una y otra, una y otra, una y otra vez, perdí la noción del tiempo,
mi cordura y mi desfachatez, perdí mi ropa, mi recuerdo por otras vidas pasadas
y hasta el aire que respiraba.
Posó su eternidad sobre mí, yo dejé que ella llevará el
asunto, mas no pude dejar de besar sus pechos perfectos, mientras mis manos recorrían
su espalda (la cual amo desde el mismo día que la vi), el calor se mimetizaba
con los gemidos y las velas nos miraban envidiosas de tal espectáculo. En esos momentos
cuesta mantenerse cuerdo, yo no fui la excepción. Nos amamos de tal forma que
nos volvimos uno amalgamándonos, la penetré, mordió mis labios, y dibujamos en
el aire figuras ancestrales, todo por placer, todo porque queríamos.
Despertamos abrazados, mirando el sol por la ventana,
desperté pensando en miles de cosas que no las explicaré y que se guardan en mí,
pues pueden hacer estragos. Nos
abrazamos, volvimos a danzar al compás del amor, amor caliente y único, hicimos
el amor y hasta había momentos para mirarnos y decirnos con los ojos la verdad
de la vida. No es necesario en algunos momentos decir con palabras lo que los
ojos hablan, eso, precisamente vivimos en esos instantes.
Se durmió exhausta de tal festín hormonal vivido, yo, aunque
asumo que estaba cansado tenia mejores planes para esos momentos. Pues la mire
y mi mente comenzó a volar, tome su mano y le hablé de miles de cosas, le conté
miles de planes, sueños y fantasías, entendí que nadie es perfecto mas se acercan,
pues de manera subjetiva nos afecta a cada uno, pero cuando alguien se aproxima a
eso, es la persona indicada, aunque jamás se lo digas.
Le escribí versos y frases, le definí entre líneas su genio
y su cuerpo, entendí que muchas personas pueden pasar por tu vida, pero serán irrelevantes
cuando frente a tus ojos yace dormirá la maldita perfección de labios rojos,
también comprendí que cuando un ave es libre no se puede tener cautiva, no
puede un pelicano volar en una jaula, no puede un león vivir entre 4 paredes y
no puedo pretender hacer mía de por vida a la mujer perfecta que libre vuela
por los vientos, aunque algo dentro de mi diga lo contrario.
Es por esto que decidí amarla, a mi manera, de forma
distinta, libre, seguiré definiéndola y escribiéndola, hasta cuando el tiempo
lo quiera, hasta cuando nuestros ojos no digan otra cosa.
ESTABA
HABLANDO CON TU MANO
cuando dormías
como olvidando todo,
dejando atrás ironías
y buscando un consuelo en mi hombro.
Hablé con tu boca medio sumergida
en el sueño pleno que viene después de recorrernos
con la plenitud adquirida,
percibí que susurraba aun las caricias recibidas,
y no tenía ese palidecer de medio día,
sino el rojo carmesí de las fabulas y cuentos que venían.
Hablé con tu pecho descubierto
cual cerro se despoja de su nieve pura
en tiempos de primavera
y que frustran los ojos de los que esperan fuera
y anhelan ver las maravillas que guarda tu blusa.
Hablé con tu lado más oscuro,
y descubrí que las tinieblas en que lo dejas,
perpleja la habida que busca formar la pureza
que obtiene cuando penetra el acto pleno,
me hablo de tus restregones,
de tus amores y llantos
y de lo solo que vive allá abajo.
Hablé con tu alma
mientras dormías sumergida en el placer,
y encontré a la niña que buscaba
que soñaba dentro de la mujer incandescente
que encontré en los suburbios de esta sociedad,
pero nunca hable contigo
porque nunca hubo el tiempo,
porque siempre dormiste como sumergida en el deseo
como preparándote para la próxima guerra
y qué más da si es en Irak o en Vietnam,
si en nuestras huellas destapadas de mar,
no importa la imposibilidad de estar perpetuamente juntos,
si no que importa el jilguero en la ventana que anuncia la despedida de
las noches sin recuerdo.
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